miércoles, abril 19, 2006

La SeÑoRa CaSuAliDad

Vivía en la calle atrevida.
Su interés era la observación.
Inmaculaba la vida inecesariamente, solo el explote granizado de el roce inesperado, degradaba su comercial venta de la luz. Y esperaba el milagro, el de ella, para la vida.
Quince años atrás subía a un triciclo para llegar a la venta y descubría lo que era caerse, y temía el espejismo de las arañas del galpón. Quince años después destruyo una imagen y creo una pintura, armo un corazón de papel mache para reconstruirlo. Conocía los cambios, sabia que dolería.
No hay que respirar, la mano en el corazón, y la gente que se fue.
En el subte esperé ir hasta algún lugar, entre miradas vacías y personajes porteños, vi despegar el subte de enfrente cargado de gente ( que como una sutil ley de murphy siempre llega primero que el del lado que estamos esperando) , gente que no vería más, gente que me cruzaría ese día a esa hora esa única vez, para no vernos mas, o quizás para cruzarnos en alguna avenida o teatro sin apenas reconocernos.
Quizás también, por que no, estaría allí alguien con el cual cruzare palabra alguna vez, sin que nos percatemos que nos cruzamos antes, toda esa magia de la coincidencia, de la incertidumbre.
Las casualidades, cuando uno las necesita no les agrada aparecer. La señora casualidad puede ser contratada, me dijeron una vez, pero yo tire el numero.