Enfermizas situaciones, que cuesta integrar, destruir,enlazar y presionar.
Celulares amarillentos que hablan y se pelean conclusiones sin sentidos y encadenan voces, llamadas y conversaciones inexistentes, y tan reales al mismo tiempo, como la barrera tan frágil y quebradiza que se antepone entre las dos palabras. Y que cruzarlas solo cuesta imaginación y especiales sonidos. Como el de una voz, que desata un poco de sobresalto, aunque hayamos pasado una vida escuchándola.
He visto gente morir de normalidad, dice Birmajer, en un libro que me atreví a leer mas de una vez. No es una causa física, ni medica, quizás si una consecuencia, pero a la vez una muerte del alma y los sentidos. Totalmente marchitos frente a un cuadro, una pintura, a la que nos atrevemos a llamarle vida. Imposible negar su poder abstracto y sus matices colorientos, que nos transforma en protagonista de ella misma, que hace pensar y tomarla de distintas maneras.
La vida no es figurativa, no me muestra lo que quiero ver, no me finge una realidad, pero no me niega ni me confirma que puedo cambiarla, como destruirla.
Pero quien dice, me encuentro otra vez en una situación filosófica que no recuerdo como llegue, ni si quise entrar, solo estoy aquí, inmersa en encrucijadas y pensamientos, y llega la hora de redactar una conclusión...
Aveces pienso que vivir en las dudas no es del todo malo, quizás en lo cierto no me espera lo verdadero. Quizás esta la mentira sentada en un sillón, portando la sutil careta de la verdad...y mencionándome con aire de sabia, que no crea en la mentira
